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El primer canciller que tuvo la Alemania federal luego de la segunda guerra, Konrad Adenauer, dijo cierta vez: “Todos vivimos bajo el mismo cielo, pero no todos tenemos el mismo horizonte”. 

Me sorprendo diariamente en la práctica de mi profesión al encontrar a personas que con tan poco hacen tanto, y a otras que con tanto, hacen tan poco.  Me llama la atención encontrar a individuos que aún enfermos son capaces de alentar, de mantener la alegría y de transmitir su fortaleza interior, mientras otros comunican pesadez y sombra gozando de una buena salud y de todas las necesidades básicas satisfechas.  Me pregunto y les pregunto, ¿Qué hace la diferencia?

No tengo, y creo que nunca tendré, una respuesta totalmente acabada.  Sin embargo pensado en este tema me crucé con un tal Antonio (Tony) Melendez (1962-  ).  Y les comparto su historia en busca de una respuesta.

Tony  nació sin brazos debido a los estragos de un medicamento recetado por orden médica a su madre durante el embarazo. El medicamento (Talidomina) debía calmar las náusea del primer semestre de embarazo, pero sus efectos dejaron graves consecuencias: el fármaco provocó que no solo él, sino cientos de niños nacieran con deformidades, sin brazos o sin pies.

Debido a las precarias condiciones de salud que existían en los países centroamericanos en los años sesenta, la familia Meléndez decide trasladarse a los Estados Unidos y durante años se acomoda a una forma de vivir con ciertas limitaciones materiales pero con mucho arraigo espiritual.

Tony jugó fútbol en la secundaria, no tuvo limitaciones durante sus estudios y detestaba sus brazos artificiales, los cuales, más de una vez, fueron a parar en el tacho de basura.

Fue su padre quien le dio sus primeras lecciones de guitarra y aquella vieja guitarra española que perteneció a su progenitor es uno de sus más preciados tesoros.  Desde ese momento comenzó a dedicar hasta 6 horas por día tratando de aprender a tocar la guitarra con sus pies,  sí, con sus pies!

Al día de hoy lleva grabados 6 álbumes musicales y ha escrito 2 libros.  Está radicado en los Estados Unidos, en la ciudad de Branson, llevando una ocupada agenda de conciertos y charlas motivacionales.  Está casado y sus dos hijos adoptados son su mayor inspiración.

Nunca le digamos a alguien que es imposible hacer algo.  Tal vez Dios haya estado esperando durante siglos por alguien lo suficientemente ignorante de lo imposible como para hacerlo de una vez.

Las dificultades son un ingrediente natural de la vida y es mejor abrir una ventana que hablar del aire viciado, encender una luz aunque tenue, que dedicarse a explicar la oscuridad.  Es inútil pedir auroras a la oscuridad, pero a la oscuridad le resulta inútil negar su lugar a la aurora.

Ojalá que podamos encarar este día con un sí, puedo! Recordando el ejemplo de Tony.

“Deleitate en el Señor, y él te dará los deseos de tu corazón…” (Sal. 37:4)

 

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