A veces hay cosas que desearíamos poder decir, pero no podemos. Simplemente la realidad es tan determinante que no nos deja más que en silencio.
Por ejemplo, el hijo que acaba de perder hace minutos a su padre, desearía poder decir “Soy un hombre de negocios exitoso”, pero ¿Qué importa ahora el negocio ante esta despedida?
Me comentaba una paciente que comenzaba a sentir el peso y el dolor del divorcio, que le gustaría decir nada menos que “tengo un matrimonio tan feliz!” pero no puede.
Una pareja de amigos que está intentando tener hijos y haciendo tratamientos médicos para lograrlo, desearía poder contar a otros “lo feliz que es estar esperando un hijo” o decir “es una maravilla ver a nuestros hijos correr por la casa…!” pero no puede.
Llegó llorando a mi oficina un rato después de haber sido diagnosticada con un cáncer avanzado no desearía nada más que poder decir “los estudios dieron bien, estoy sana!” sin embargo solo podía hablarme de todo lo que temía que no podría hacer teniendo tan poca esperanza de vida por delante.
Una de mis amigas quisiera luego de haberse esforzado tanto en los exámenes de ingreso poder estudiar lo que desea, pero sus notas no han sido suficientemente buenas para ubicarla entre los pocos que podrán ingresar en tal universidad. Ella desearía decir “lo logré!”
Es cierto, hay cosas que desearíamos poder decir pero por varias razones debemos mantenernos en silencio.
Sin embargo, de todas las cosas que no podemos decir, hay una que podemos, sin reservas y con absoluta confianza, sin importar en qué realidad nos encontramos. Si depositamos nuestra fe en Jesús, podemos declarar con una sonrisa en el rostro y alegría en el corazón, “estoy perdonado!!”
Eso, queridos, lo podemos decir una y otra vez con toda confianza, sin temor a que nuestra realidad sea tan oscura que no pueda encontrar perdón. En la oscuridad la luz brilla más claramente. Siempre que pedimos sinceramente a Dios, SIEMPRE, podemos decir “fui perdonado”.
No dejemos pasar el día sin pedir perdón y sentir la paz de estar en armonía con Dios. De verdad, que no pase otro día y te encuentre lejos de la paz por la cual murió Jesús. No dejes que nada te detenga, la culpa, la vergüenza, nuestra incapacidad, nada. Hay perdón, es tuyo, dejá que Jesús triunfe también allí en tu vida.
“Dichoso aquel a quien es perdonada su transgresión, y cubierto su pecado!… Dije: Confesaré mis rebeliones al Señor. Y Tú perdonaste la maldad de mi pecado.” (Salmo 32:1,5)
Así es, gracias por poner en palabras tan claras la realidad y la esperanza!!!
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