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«Y resulta que el único que podía juzgarme, me defendió hasta la muerte».  Esta frase que recibí hoy me hizo acordar de este cuento.

Peter Rollings cuenta: «Un amigo mío soñó que moría y se iba al cielo y San Pedro estaba allí para recibirlo.  Cuando estaba por poner un pie dentro del cielo notó que afuera de la entrada había muchas personas, y reconoció a algunos de sus amigos también. Algunos de ellos eran ateos, algunos de ellos budistas, algunos de ellos agnósticos, hindúes y otros solo Dios sabe qué.

Entonces le preguntó a San Pedro: «Pedro, ¿qué hay de mis amigos?» Y la respuesta de Pedro fue: «Bueno, ya conoces las reglas, ya conoces las reglas …» Luego pensó en su punto de referencia: en Jesús.  Jesús el extraño, Jesús el borracho, el amigo de los pecadores, el bastardo, Jesús el que siempre se quedaría con los oprimidos y luego de una pausa dijo: «Sabes que Pedro, creo que me quedaré aquí afuera con todos ellos «.

La parábola termina con San Pedro dibujando una gran sonrisa y diciendo: «¡Por fin, por fin lo entiendes!».

¿No fue Jesús acaso, el primero que abandonó el cielo “Porque tanto amó Dios al mundo que dió a su único hijo”?. ¿No fue Él el primero que pensó que era más valioso estar y sufrir con nosotros que toda la gloria que tenía allá?  ¿No fué Él, el primero que se quedó fuera del cielo y prefirió nuestro infierno a vivir sin nosotros?

No olvidemos nunca que el cristianismo no es la salvación del infierno sino la capacidad de atravesarlo con Jesús.  El nos salvó de atravesar el nuestro solos. Y estar con él, hace toda la diferencia, porque con Jesús, no hay infierno.

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