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Un hombre va a ver al doctor y le dice:

-Doctor, sufro terribles dolores de cabeza.  Nada me alivia.  ¿Puede ayudarme?
-Veamos- dice el doctor–, tengo que hacerle unas preguntas.  ¿Usa bebidas alcohólicas?
-¿Alcohol? -dice indignado el hombre-. ¡Jamás toco esa porquería!
-¿Fuma?-
-Creo que el cigarrillo es asqueroso. Jamás he fumado tabaco en mi vida.
-Disculpe mi indiscreción, pero… usted sabe cómo son algunos hombres… ¿sale usted por las noches?
-¡Claro que no! ¿Quién se cree que soy? A las diez de la noche estoy ya en la cama.
-Dígame- continua el médico-, ¿el dolor de cabeza es punzante, como si le estuvieran apretando?
-Si -responde el hombre-, es como si algo me apretara con fuerza.
-Entonces creo que es más sencillo de lo que pensaba.  Su problema es que lleva la aureola demasiado apretada. Sólo hace falta aflojarla un poco.

Después de la sonrisa preguntó: ¿Puede ser sana una espiritualidad que se caracteriza por llenarnos de “Nos”? ¿O la espiritualidad sana nos llena más bien de posibilidades nuevas y más saludables de crecimiento?  El texto que se encuentra al final de esta reflexión fue tomado de la Santa Biblia donde San Pablo cita al profeta Jeremías del Antiguo Testamento (capítulo 31 de su libro).  Pablo fue alguien que antes de su conversión había vivido la experiencia de una religión que se construye desde la prohibición hasta encontrar libertad en Jesús.  “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” solía decir Cristo (Ver S. Juan 8:32).

El apóstol Pablo no experimentó la libertad espiritual hasta que conoció a Cristo.  Previamente todo estaba reglado y permitido o prohibido en su experiencia religiosa. Solo para respetar el día de reposo (Shabbat o sábado) debía guardar 623 mandamientos.

En Jesús encontró el placer de disfrutar del camino que se abre cuando uno se niega a transitar por el que no conviene.  Esto es algo así como cuando un adicto dice que no a la sustancia y comienza un proceso de recuperación, con cada “No” que sentencia a la sustancia mortífera, proclama un “Sí” sobre las opciones que llevan a recuperar la propia libertad y la vida.

La religión sana, la espiritualidad que libera el alma, no se basa en prohibiciones sino en nuevas posibilidades.  En decir «no» para luego poder decir «si» a una mejor opción.  En, primeramente y al fin y al cabo, ser libres, como siempre lo quiso Jesús.

 
…Escribiré mis leyes en su mente y corazón; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Ya no será necesario que unos a otros se enseñen a conocerme a mí, su Dios.  Porque todos me conocerán, desde los niños hasta los adultos.  Yo les perdonaré todo lo malo que hayan hecho, y nunca más me acordaré de sus pecados. Cuando Dios habla de hacer con nosotros un nuevo pacto, es porque considera viejo el pacto anterior…”(Hebreos 8:10-13 versión Biblia en Lenguaje Sencillo)
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