En 1945 un grupo de soldados británicos liberó un campo de concentración alemán denominado Bergen-Belsen. Uno de ellos, el teniente coronel Mervin Willet Gonin escribió en su diario:
«No me es posible proporcionar una descripción adecuada del campo del horror en el que mis hombres y yo tuvimos que pasar el siguiente mes de nuestra vida… Por todos lados había cadáveres, algunos apilados en grandes montones. Otros yacían solitarios o de a pares, según como habían caído. Nos llevó algo de tiempo acostumbrarnos a ver que hombres, mujeres y niños se desplomaban cuando pasábamos a su lado… Era sabido que se morían quinientos por día… Vimos mujeres asfixiadas por su propio vómito, dado que estaban demasiado débiles como para voltearse; hombres que comían gusanos mientras sostenían medio pan en una mano, simplemente porque tenían que comer gusanos para seguir vivos y prácticamente ya no diferenciaban una cosa de la otra… Pilas de cadáveres desnudos y obscenos en los que se apoyaba una mujer, demasiado debilitada como para mantenerse erguida, mientras cocinaba sobre un fuego al aire libre la comida que le habíamos dado… Sucedió poco después del arribo de la Cruz Roja de Gran Bretaña… que llegó una gran partida de lápiz labial. No era para nada lo que queríamos, dado que clamábamos por ciento y miles de otras cosas, y no tengo idea de quién fue el que pidió lápices de labios. Desearía mucho poder descubrir quién lo hizo; fue una acción genial, de una brillantez inusitada. Creo que nada pudo haber hecho más por esas internas que el lápiz labial. Las mujeres yacían en camas que no tenían sábanas, no contaban con camisones, pero tenían los labios pintados de rojo escarlata; se las veía deambular por el lugar sin otra cosa que una frazada sobre sus hombros, pero con los labios rojo escarlata. Vi a una mujer muerta sobre una mesa de autopsia, y en su puño aferraba un pedazo de lápiz labial. Por fin alguien había hecho algo para volver a convertirlas en individuos; volvían a ser alguien y no un mero número tatuado en el brazo… ese lápiz de labios comenzó a devolverles su humanidad[1].
Dios nos envía diariamente cargamentos de lápiz labial, así que antes de frustrarnos ante tan «inútil envío» festejemos al Dios que tenemos.
[1] El diario se encuentra en el Imperial War Museum, Londres, Reino Unido.
cómo sería que el hombre transforme una cosa mala en bendición, podría? solo Dios puede hacerlo?! es solo un comentario…=)
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Gracias Delma!
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