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¿Tenés sueños?

Yo tenía varios.  En algún lugar, en alguna parte un día los solté.  No recuerdo el día ni la hora, pero deperté y dejé de creer…  Me volví «adulto».  Entré a la tierra de la madurez en donde reina el principio de realidad.

“Un día Pedro y Juan fueron al templo a orar… Había un hombre paralítico de nacimiento”  Hechos 3:1

El texto bíblico que elegimos para reflexionar, nos recuerda la historia de alguien que también había perdido un sueño, el de caminar.  Era paralítico de nacimiento.  Mientras los demás niños soñaban con volar el se conformaba soñando con caminar.  Mientras otros querían llegar a la luna, el hubiese jurado que se conformaba con correr a sus amigos.  Y los años pasaron, y se resignó a pensar que sus sueños eran solo eso.  Un día se encontró con dos que iban a orar y que tenían un espíritu de oración.  Espíritu que habían aprendido quedándose dormidos cuando no solo Jesús, sino todo el universo más necesitó de su oración (Getsemaní).  Sí, los errores de los que aprendemos pueden ser promesas de un futuro distinto.

Pedro y Juan lo miran y logran ver más allá de lo que este pedía, logran ver lo que realmente necesitaba.  Miran al paralítico como Dios nos mira a nosotros.  Ven en el paralítico lo que Dios muchas veces ve en nosotros: “solo pensamos en lo que vemos, lo material”.  El paralítico “esperaba recibir algo de ellos” (Hechos 3:5).  Así vivimos la vida los que hemos relegado los sueños.  Centrados en las preocupaciones materiales.  Así vivimos la vida muchos, olvidando que lo que alimenta el alma no es la comida, lo que nos saca de la cama cada día y engorda los huesos no es la paga, lo que nos mantiene de pie frente al cansancio no es la responsabilidad, sino acunar nuestros sueños.  ¿Cúando fue que lo olvidamos? ¿En que momento dejamos de creer?

Pedro y Juan por el poder de la oración y en el nombre de Jesús le devolvieron al paralítico sus sueños.  Es que los sueños de Dios son salvajemente mejores que los que nosotros tenemos.  Y a este paralítico se le cumplieron mucho más tarde de lo que él hubiese deseado.  ¿Por qué?  ¿Por qué tan tarde?  No tengo la más mínima idea.  Y tengo que aprender a confiar en Dios y en sus tiempos.  Dios me va a enseñar igual, va a cumplir sus sueños igual, pero creer me hace más facil el camino.  La pregunta para hoy es: ¿Qué sueños se perdieron en el camino que estás necesitando que Jesús te devuelva hoy?  Declaremos su nombre, levantémonos y andemos.  Vayamos por ellos, «En el nombre de Jesús».  Eso nos diría Pedro si nos encontrara hoy en el templo.

Hoy puede ser un gran día  y yo no lo sabía.  El paralítico tampoco.

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