El término religión viene del latín religare, que significa religar. La religión sana, se supone, nos religa con el prójimo y con Dios… Nos reúne reemplazando el frío de la indiferencia por la cálida presencia del vínculo. Acorta las distancias y aúna las almas en su camino de crecimiento espiritual.
Cierto día estaba leyendo un capítulo de una de las 2 biografías de Jesucristo que el congreso de los Estados Unidos declaró entre “las mejores del mundo”. Allí encontré esta cita: “En la historia del buen samaritano Cristo ilustra la naturaleza de la verdadera religión. Muestra que esta no consiste en ritos, dogmas y sistemas sino en la realización de actos de amor, en la bondad genuina”.
Cuando leí este, que es el primer párrafo del capítulo, no pude continuar leyendo por algunos minutos. Quedé clavado allí, en esas primeras líneas… Sucede que la autora declara que “la naturaleza de la verdadera religión… no consiste en ritos…”. La forma que tienen de alabar mis hermanos pentecostales no coincide con el ritual de mis hermanos católicos. Tampoco la forma que tienen de adorar mis hermanos bautistas coincide con lo que he experimentado con mis hermanos Judíos. Su liturgia y ritual son bastante diferentes. Sin embargo, la verdadera religión ¿cuanto tiene que ver con el ritual, la música, costumbre o formas?
¿Será que los dogmas o lo que creo determina que esté practicando la «verdadera religión»? Notemos que el sacerdote y el levita pasaron junto al buen samaritano y no lo ayudaron. Cristo los condena duramente y sin embargo ellos pertenecían al pueblo de Dios, a “la iglesia verdadera”(el judaísmo), tenían las doctrinas correctas y creían en la Biblia (que era el antiguo testamento para ese entonces) pero su “religión” no era la verdadera. No importa la iglesia en la que estemos podemos estar viviendo una religión falsa. Una que nos tiene alienados, lejos de nuestro prójimo y lejos de Dios. Vale recordar que en Mateo 25, cuando se relata la segunda venida de Cristo, Jesús dice que separará a las ovejas de los cabritos y le dirá a los salvos “Venid benditos de mi padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me cubristeis, en la cárcel y vinisteis a verme, etc”. Es paradójico que Jesús no habla de las creencias de estos salvados o de cuánto sabían de religión, pero sí de cómo vivieron su relación de amor con el prójimo y con Dios, pues cuando hacían el bien a otros se lo hacían a Dios.
Cuando yo era más chico, a los más religiosos del barrio era a los que menos quería. Recuerdo a una vecina que era muy devota, iba mucho a la iglesia, oraba, pero cuando se nos caía la pelota al patio de ella, era un triunfo que la devolviera. Otros tenían colgado un rosario todo el día, pero te miraban serios y tenían muy mal genio. Para nuestra suerte había vecinos no tan “religiosos” que no se ofendían cuando tirábamos petardos 1 mes antes de navidad (siempre y cuando no era durante la siesta, claro) y nos convidaban con algo fresco para tomar cuando habíamos estado jugando a la pelota toda la calle.
La religión religa, une, construye puentes y reparte amor. Todas la masacres y los crímenes realizados en nombre de la religión, no tienen que ver con la religión que Jesús define como verdadera. No tienen nada que ver. ¿Qué religión es la que yo vivo? ¿La que vivís?
“¿Cual de estos consideró que el herido era su prójimo?… Vé, y haz tú lo mismo.” (Lucas 10:37)
vengo pensando en esto hace tanto tiempo, gracias por volver a inspirarme!!
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